domingo, 19 de mayo de 2019

GUADALUPE ZAPATA (1841-1933)


Guadalupe Zapata. Cofundadora de Pereira

Artículo escrito por: Alexander Cuervo Varela[1]

Guadalupe Zapata nació en 1841 en Carolina del Príncipe (Antioquia) y falleció en noviembre de 1933 en Pereira. Ella estuvo presente en la misa de refundación de la ciudad, presidida por el padre Cañarte en agosto de 1863.
De hecho también aparece en el censo poblacional realizado en 1867, el más antiguo que existe, donde figura con 28 años de edad, soltera y madre de María de Jesús. “Ella estaba asentada en un pequeño caserío antes de la fundación, se dedicaba a lavar oro cerca de la plaza de Bolívar y tenía una fonda caminera que los clientes bautizaron Las Lupes”, señala Cuervo
Como reconocimiento a su condición de fundadora, mediante la Ley 70 de 1870 le fueron tituladas 35 hectáreas en el proceso de entrega de tierras que se realizó en la naciente ciudad.
Pero cuando murió no hubo decreto de honores, como sí ocurrió con otros fundadores de Pereira y fue sepultada en la bóveda número 70 de la galería San José en el cementerio San Camilo. Sus restos permanecieron allí durante 80 años, hasta que los historiadores se volvieron a ocupar de ella y en el 2013, en la conmemoración del sesquicentenario de Pereira, fueron trasladados al mausoleo de los fundadores en la Catedral Nuestra Señora de la Pobreza.

¿POR QUÉ EL OLVIDO?
Para el investigador Alexander Cuervo, Guadalupe Zapata terminó marginada y excluida por parte de los narradores de la época por ser una mujer negra.
Y a tal punto llegaron los niveles de negación de la condición de su raza, que en el acta de defunción expedida por el despacho parroquial ni siquiera aparece como negra sino como mestiza.
“Ella es la antítesis de la narrativa del poder concentrado en los titanes, los héroes y los prohombres. El hombre blanco, antioqueño y católico es la representación del fundador que hacen todos los cronistas. El papel de la mujer es el de abnegada y sumida dedicada al hogar”, explica el investigador.
Lupe aparece como madre soltera e independiente, la cual rompe con la representación de la mujer abnegada. Incluso es considerada como libertina desde la mirada católica que alimentaban las élites de la sociedad manizaleña.
“Guadalupe bien podría representar a la mujer pereirana, pero probablemente por el hecho de ser negra terminó excluida como referente de su género. Pero ella es una especie de adalid que nos ayuda a entender como Pereira se construyó con el aporte de muchas poblaciones, en este caso la comunidad negra”, apunta el investigador.
Guadalupe, agrega, ayuda a explicar esos fenómenos de marginalidad estructural y de exclusión que pretende sacar estos sectores sociales al extremo porque no están dentro de esa categoría representacional.

EL APARTHEID
Según Alexander Cuervo, esto constituye una especie de apartheid mental, en donde la representación de la ciudad estaba ligada a una especie de eugenesia que para evitar la degeneración de la raza proponía traer más blancos europeos.
“Si bien la población no estaba segregada, en la cabeza de muchos existían representaciones y prejuicios frente a sectores poblaciones, en este caso los negros”.
Esto va en contravía de las tendencias actuales que se enfocan en reconocer a Pereira como una ciudad intercultural que ha tenido el aporte de muchas poblaciones y donde hay una eclosión de nuevos discursos y grupos sociales.
En el libro sobre esta investigación que se publicará en breve, se planteará que Pereira es una urbe más inclusiva e intercultural, donde se necesita dar la discusión sobre cómo esa construcción histórica contribuyó a que ciertos sectores quedaran marginados, excluidos e invisibilizados.

AL FIN JUSTICIA
Tuvieron que pasar ciento cincuenta años para que la negra Guadalupe Zapata pudiera entrar a la historia del proceso fundacional de Pereira. Tan solo fue ayer en la mañana, cuando sus restos mortales fueron trasladados del cementerio San Camilo al osario reservado a las familias acomodadas de la ciudad, en los sótanos de la catedral de Nuestra Señora de la Pobreza.
A las 10 y 48 de la mañana y cuando discursos iban y venían, para reivindicar este acto simbólico de justicia y memoria, el lugar quedó a oscuras: una falla en el fluido eléctrico le puso más emotividad a la sesión a la que asistieron sus familiares, un puñado de afros y miembros de la Academia de Historia. “Todos quedamos del mismo color…”, dijo jocosamente Carmen Emilia Zapata, tataranieta de la cofundadora de Pereira.
Sonó el himno de la ciudad, se invocó a Hugo Ángel Jaramillo y su Pereira, espíritu de libertad. Alvaro Zuluaga, miembro de la Academia reivindicó a Rigoberta Menchú, cuando la premio nobel de la paz dijo “El racismo ha sido históricamente una bandera para justificar las empresas de expansión, conquista, colonización y dominación (…) de la mano de la intolerancia, la injusticia y la violencia”. Hubo aplausos y sonrisas cómplices.
El 30 de agosto de 1863, Guadalupe se levantó más temprano que de costumbre. Descalza y con su pañolón negro que le cubría su pelo quieto se dirigió hasta la improvisada capilla donde el padre Remigio Antonio Cañarte ofició la misa protocolaria, con la que iglesia y feligresía legitimaban el proceso de poblamiento iniciado por colonos de todos los colores treinta años atrás, según admiten los historiadores Víctor Zuluaga y Sebastián Martínez.
Los más conservadores dicen que se trató de un olvido. Lo más liberales que exclusión. Lo que fuera pero el nombre de Guadalupe Zapata fue borrado de la lista oficial de quienes participaron en la ceremonia religiosa. No fue suficiente su devoción ni su ascendencia entre los primero habitantes de la villa. Desde entonces los negros quedaron vetados de hacer parte de la memoria narrativa de la ciudad.
Guadalupe murió de 103 años de edad en 1933. Fue sepultada en el cementerio de San Camilo. Hacia 1958 su nombre fue rescatado del olvido y con el bautizaron el parque de la naciente Cuba, un barrio –hoy ciudadela- fruto de la lucha popular por la vivienda, transformado en la actualidad en un “parque sin alegría”, como tituló un periódico local, por las obras del Megabus.
“Ahora queremos que su imagen presida el parque”, clama su tataranieta. El monumento de la negra Guadalupe ya está listo. Fue elaborado por el escultor negro Pedro Pablo Segura. Los familiares están pendientes que el senador Soto “dé la orden y autorice”, según dice Carmen quien luego de peregrinar por los laberintos oficiales logró que los huesos de sus tatarabuela estén junto a los del padre Cañarte, el mismo que borró su presencia en la misa fundacional de Pereira.
La entrada de Guadalupe al panteón de los patriarcas no acabará con el racismo, menos con la discriminación, la negación y el olvido, pero de todos modos como se dijo este 12 de octubre de 2013 en la cripta de la oligarquía local, “los tiempos de Dios” se encargan de hacer justicia, y sobre todo de develar la verdad sobre el papel de los negros, mulatos, pardos, tercerones y cuarterones en la construcción social de este territorio llamado Pereira.
Guadalupe Zapata, junto a otros tantos afros descendientes representa a esa nación que aún está por construir en medio de la exclusión, la violencia y el olvido, fruto de la racialización de la sociedad y la opresión sobre las mayorías subalternas. La memoria de esta negra grande de Pereira abre el camino hacia una sociedad más pluralista, democrática y justiciera en el siglo XXI. “La lucha continua con dignidad como Guadalupe lo hizo”, dijo uno de los voceros del colectivo Cimarrón.
Si porque como ella hoy por hoy deambulan miles de afros por nuestras ciudades estigmatizados no solo por pobres sino por negros y para quienes la esclavitud solo ha cambiado de modales. Incluso, como le ocurrió a una de mis estudiantes de San Andrés y Providencia, cuando fue víctima de la xenofobia en el ascensor del edificio donde reside. “Fue la peor humillación de mi vida”, recuerdo que dijo.
Mientas Guadalupe entra a la historia de Pereira miles de afros e indígenas han sido expulsados de sus territorios ancestrales por la voracidad capitalista que dinamiza la guerra por la apropiación de los recursos del suelo y el subsuelo de la nación. Por eso mismo traigo a colación a F. Dostoieswski, quien en Memorias del subsuelo, dijo “el romanticismo anula en mí el sentido de la realidad”.
Gracias al profesor e historiador Jaime Ochoa Ochoa por promover este acto de elemental justicia. Pereira no solo es la villa de Cañarte, sino también la villa de Guadalupe Zapata y su descendencia que ayer se zafó una de las tantas cadenas que la atan al olvido y la humillación. Más que en un panteón donde reposan los huesos de sus amos, Guadalupe vivirá por siempre en el corazón de quienes amamos la libertad.


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[1] Etnoeducador con maestría en historia, en desarrollo de una investigación titulada “Mujer, subordinación y poder; Guadalupe Zapata y la narrativa fundacional de Pereira: voces y silencios”.

1 comentario:

  1. Importante narrativa, que hace el historiador Jaime Ochoa; la realidad no se puede tapar con las manos. La condición humana merece respeto, sin importar las diferencias, religiosas, culturales y socieconómicas.

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