NINA S. DE FRIEDEMANN. Antropóloga, nació en Bogotá en 1935 y falleció el
29 de octubre de 1998 tras sufrir un infarto, murió en el Hospital Militar de
Bogotá.
Al momento de su muerte dirigía la
revista América Negra, publicación del proyecto Expedición humana de la
Universidad Javeriana, al que estuvo vinculada varios años.
Trabajaba también con el proyecto La
ruta del esclavo de la Unesco.
Nina S. de Friedemann dedicó 30 años de
su vida a su trabajo con las comunidades negras. Luego de terminar el
bachillerato fue llevada por su padre a Nueva York, en donde vivió de cerca la
discriminación a que eran sometidos los negros.
Al regresar al país estudió su carrera
en el Instituto Colombiano de Antropología.
Es autora de unos 20 libros e
innumerables artículos y ensayos publicados en revistas científicas y de
divulgación.
Entre los libros, algunos en
colaboración con otros investigadores, se destacan:
·
Herederos del jaguar y la anaconda
(1982)
·
Carnaval en Barranquilla
·
Fiestas, Palenque, Chocó, magia y
leyenda (1995)
·
Criele criele son. Del Pacifico negro
arte, religión y cultura en el Litoral Pacífico. (1989)
·
Ma Ngombe: guerreros y ganaderos en
Palenque (1979)
·
De sol a sol: génesis, transformación y
presencia de los negros en Colombia (1986), escrito con Jaime Arocha
·
Entre la tierra y el cielo: magia y
leyendas del Chocó (1995)
·
La saga del negro: presencia
africana en Colombia (1993)
·
Un siglo de investigación social: antropología
en Colombia, Con Jaime Arocha.
En sus páginas, salta entre las costas
Atlántica y Pacífica, en viajes en los que el lector se topa con mujeres de
Guapi cantando arrullos en griego a la Virgen María[1].
Biografía escrita por: JAIME AROCHA RODRÍGUEZ
NINA S. DE FRIEDEMANN, graduada del Instituto Colombiano de Antropología de Bogotá, del Hunter
College y de la Universidad de California, Nina S. de Friedemann se ha
distinguido, especialmente, en el campo de los estudios afroamericanos. El 27
de agosto de 1993, al medio día y ante centenares de personas congregadas en la
plaza Mosquera Garcés de Quibdó, el presidente César Gaviria Trujillo sancionó
la ley 70. Mediante ella, la nueva nación que originó la Constitución de 1991,
le reconoció a los descendientes de los africanos esclavizados en la Nueva
Granada, que la identidad forjada a lo largo de su historia genera derechos
territoriales y políticos.
Terminado el acto, hubo celebraciones
en los barrios, allí fue recurrente oírle decir a los adalides comunitarios que
sin los trabajos de Nina S. de Friedemann, la lucha en favor de la ley habría
carecido de muchos de los argumentos etnohistóricos que ellos lograron
esgrimir. El "Marco de referencia histórico-cultural para la ley sobre
derechos étnicos de las comunidades negras en Colombia" recogió buena
parte de esas tesis y fue publicado en el número 5 de América Negra, la revista
que Friedemann fundó y dirige con el objetivo de ampliar el espacio de los
estudios afroamericanos. Pero esa publicación periódica no es el único factor
que explica el reconocimiento de los efectos que el trabajo de Friedemann ha
tenido sobre el fortalecimiento de la etnicidad en Colombia.
También es necesario hablar del celo
con el cual ella ha combatido aquella tradición jurídica que ha insistido en
catalogar como "colonos en tierras baldías" a los campesinos, mineros
y agricultores que hoy ocupan franjas amplias de llanuras, riberas, selvas,
esteros y playas, después de que sus ancestros humanizaran esos territorios
como medio de ejercer la libertad, ya fuera al haberse convertido en
cimarrones, subversores del régimen esclavista o en automanumisos, que le
compraron a sus amos las cartas que los acreditaban como personas libres. Por
otra parte, hay que resaltar el esfuerzo disciplinado de Friedemann por innovar
la presentación de los datos científicos, de manera tal que trasciendan las
bibliotecas académicas y le lleguen a los sujetos del trabajo antropológico.
Así, a finales del decenio de 1960 y
durante los setenta, Friedemann exploró la integración entre palabra e imagen
mediante documentales que como La fiesta del indio en Quibdó y Congos, se
convirtieron en mojones del cine etnográfico colombiano; y en la serie
Zazacuabi, con cuadernos escritos por expertos sobre temas antropológicos
ilustrados mediante transparencias. No obstante la relevancia de estos aportes,
es al final de esa década que su experimento alcanza el punto climático, con la
publicación del libro Ma N'gombe: guerreros y ganaderos en Palenque. Su
amalgama de la estética fotográfica del ya desaparecido Richard Cross, con una
etnografía no convencional, desconocida hasta entonces, convirtieron la
publicación en hito editorial.
En ella Friedemann rompió con esa
ortodoxia que se ha referido a los negros como "cargas" venidas de
Africa o, en el mejor de los casos, que los ha contado como otro
"recurso" perteneciente a los amos de las haciendas del valle del
Cauca o de las minas del litoral selvático. En su reemplazo, sobresalen los
pioneros de formas de resistencia e insurgencia de largo aliento, quienes
construyen cultura a partir de memorias bantúes. Con este clásico, reeditado en
1987, se acentuaron dos de las metas centrales de la obra de Friedemann: una,
entronizar en las páginas referentes a la formación nacional a quienes la
historia oficial ignora o trata como antihéroes; la otra, construir el puente
que nos une con Africa.
El cimiento ético y político del
trabajo sobre Palenque enmarca el resto de los aportes de Friedemann, que
trascendió el ámbito de lo afroamericano con el volumen Herederos del jaguar y
la anaconda, elaborado en 1982 con Jaime Arocha. En este caso, la innovación
del texto etnográfico se hizo más penetrante, señalando el protagonismo de los
antropólogos en sus enfoques y en los lugares donde desarrollaron sus
investigaciones de terreno, y mediante representaciones de complejas teorías
sobre el poblamiento de América, la ecología cultural y la integración entre
cotidianidad, moral, filosofía, religión y ciencia. Friedemann profundizó esta
opción hasta dar origen a lo que el poeta José Luis Díazgranados denominó
cuentos sin ficción, en el prólogo que escribió para De sol a sol: génesis,
transformación y presencia de los negros en Colombia (1986).
Dos de esos cuentos, "Ngolas:
una dinastía de reyes y reinas en Angola" y "Biviana Vaz, una hija de
la tierra" son pioneros en un campo que hoy ocupa máxima prioridad entre
los analistas de la diáspora africana: el estudio de los efectos de la trata
transatlántica sobre la estructura económica, demográfica, social, política y
mental de las sociedades víctimas de la captura. Pero todo este conjunto de
aportes es inseparable de otro de los factores que explican los efectos del
ejercicio profesional de Nina S. de Friedemann: la actitud crítica de sus
enfoques sobre el Estado, la nación y los círculos académicos colombianos.
Nominada en 1987 por Colombia para el Premio Interamericano Gabriela Mistral de
la Organización de Estados Americanos (OEA), Friedemann es actualmente miembro
de la Expedición Humana de la Universidad Javeriana.
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